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Sin faltas, por favor

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Un libro sin erratas es más raro que un perro verde, eso lo sabemos. Por eso una errata de vez en cuando la perdonamos todos los lectores. Incluso alguna que otra falta de ortografía, de tanto en tanto, siempre que no sea una de esas tan demoledoras que te hacen releerlas una y otra vez, incapaz de asimilar que semejante barbaridad haya sido impresa.
Pero últimamente estamos asistiendo a la proliferación de libros plagados de erratas, faltas de ortografía leves y, lo que es peor, de las graves. De esas que hasta el corrector de cualquier procesador de textos te subraya en rojo. La sorpresa es que muchos de esos libros no son precisamente autopublicados (cuidado, no defiendo a los que autopublican su libro con semejantes gazapos, me indignan igual o más que a todos, y más cuando yo me tiro meses leyendo y releyendo mis textos para no tener ni un error: siempre se me escapará algo, pero nadie podrá acusarme jamás de apuñalar a la gramática y a la buena ortografía de esa forma) sino de editoriales serias y formales.
En parte lo entiendo. La corrección vale un pastizal (viene oscilando, tengo entendido, entre 5 y 7 € la página, y no precisamente con interlineado sencillo). Con el aumento de la competencia, la disminución de las ventas y blablablá, el coste que se dispara y el beneficio que se reduce, así que tienen que recortar.
No obstante, parece que estas editoriales no se dan cuenta del gran perjuicio que causa a su imagen presentar al consumidor libros con faltas de ortografía que hasta el word detectaría. Dejando a un lado que hacen daño al leerlas, me cabrean tanto que me dan ganas de dejar la historia a medias y me siento como si me estuvieran faltando al respeto. Por supuesto, el pensamiento que me viene a la cabeza es que he tirado el dinero. Ya puede ser el mejor libro del mundo, argumentalmente hablando: nunca pasará a estar entre mis favoritos.
Eso tiene una consecuencia inmediata: la editorial pasa a mi lista negra. Si hay más libros de ellos que podría considerar comprar, o incluso que me apetezcan mucho, me voy directa a bookdepository y, si no están en inglés, me quedo sin leerlos. Desde luego, todo el feedback que obtendrán de mi parte será negativo. Parece una tontería: una lectora descontenta, ¿y qué? Pues que, aunque me guste pensar que soy única en muchos aspectos, en este no lo soy. He hablado con mucha gente que piensa exactamente igual que yo con lo de las faltas y que hace lo mismo.
Voy más allá: sin necesidad de haber leído el libro, basta con que alguien me diga que estaba plagado de faltas para que pase automáticamente del inicio de mi wishlist a desaparecer de la misma. La editorial pasa igualmente a mi lista negra. Y más allá, porque si alguien me pregunta cómo es que no leí ese libro, le diré: "Me han contado que está plagado de faltas". Y mi interlocutor, si no lo ha leído y es uno de los mios, es decir, que quiere leer algo correctamente escrito, probablemente lo ponga en su lista negra y comunique a los demás la razón de semejante decisión.
Moraleja: ahórrate la corrección para reducir costes, querida editorial, y no sólo perderás clientes, sino también tu prestigio y tu buena imagen. Y en un mundo de creciente competencia, disminución de las ventas y blablablá, el prestigio y tu buena imagen puede ser lo único que se interponga entre la pérdida de beneficios y tú.

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