¿Qué hace perfecto a un libro?, me ha dado por preguntarme en uno de esos (pocos) momentos de aburrimiento que tengo. Una pregunta a la que he dado muchas vueltas, y a la que creo haber encontrado una solución más o menos completa, al menos en mi caso.
Una obra tiene dos partes fundamentales: la forma (es decir, cómo está escrito) y el contenido (argumento...). Estas dos partes están íntimamente relacionadas, hasta el punto de que una carencia en uno de los aspectos puede afectar a la percepción del otro.
Todos nos hemos encontrado con libros que tienen un argumento maravilloso, pero que por su forma de manifestarse nos obligan a dejar el libro o a leerlo de mala gana. Es lo que me ha pasado, hace unos meses, con el clásicoLa isla del doctor Moreau: una historia con gran potencial que se convirtió en un pestiño por la forma en que está escrita. No es que el señor Wells no escribiera bien (El hombre invisible, que leí justo después aunque todavía no está reseñado aquí, me gustó bastante). Es que el tono del narrador (en primera persona, contado, por cierto, por un personaje odioso) no consiguió meterme en la historia. También me pasa con los libros de Alejandro Dumas. Los tres mosqueteros y El conde de Montecristo se cuentan entre mis historias favoritas. Sin embargo, soy incapaz de pasar de la página veinte (¿será la traducción? Muy posible). Su estilo, su forma, me aburre mortalmente.
Por otro lado, puede darse el caso contrario. Una narración maravillosa, desvirtuada por una historia floja o no del todo interesante. Es lo que me pasó con la saga Crepúsculo. Bella Swan, con todos los defectos que tiene, es una narradora fantástica: te mantiene enganchada al libro desde la primera página. No obstante, una vez dejaba el libro, especialmente al final de Amanecer, sólo podía pensar: ¿Qué demonios? ¿Cómo he podido engancharme a esto? Aun así, estoy convencida de que, si lo volviera a leer, de nuevo lo etiquetaría mentalmente (y ahora, también en forma de reseña) con un bueno. Pero no con un memorable. Porque el argumento no es para tanto.
A pesar de esta distinción, sí que hay algo que quiero resaltar, y de lo que probablemente ya os hayáis dado cuenta. No volveré a leer al doctor Moureau, y probablemente nunca consiga acabar los libros de Dumas. Pero volvería a leer Crepúsculo, alegremente. Para mí, la forma es, con mucho, más importante que el contenido. Si me das a elegir entre una narrativa deficiente (o con la que no me identifico) pero con un argumento estupendo y una narrativa brillante (o que simplemente sepa pegarme al libro), aunque en realidad el argumento no sea nada del otro mundo, me quedo con lo último. Porque leo libros para conocer otros mundos, mundos maravillosos y originales... pero si no me saben contar bien cómo son esos mundos... pierden todo su sentido.
Señalar que la Receta para el libro perfecto que publiqué hace nada, se refiere al contenido. Más que nada, porque se supone que está hecha a modo de receta de cocina, y presupone que el cocinero-autor, con la ayuda del editor, es capaz de darle una forma adecuada a la novela... aunque a veces el que un estilo no te guste no significa que no tenga la forma adecuada... es cuestión de gustos ^^
Señalar que la Receta para el libro perfecto que publiqué hace nada, se refiere al contenido. Más que nada, porque se supone que está hecha a modo de receta de cocina, y presupone que el cocinero-autor, con la ayuda del editor, es capaz de darle una forma adecuada a la novela... aunque a veces el que un estilo no te guste no significa que no tenga la forma adecuada... es cuestión de gustos ^^
¿Y vosotros? ¿Preferís la forma o el contenido?